El modelado naturalista y la individualidad en la representación de las formas plasmadas en una amplia variedad de temas y actitudes es una constante en los bronces del período helenístico. Una leona de cuerpo distendido y músculos en tensión, hinca con fuerza sus poderosos colmillos en el frágil cuerpo de un asustado conejo, imposibilitado de escapar de su cruel destino por el fuerte agarre de las garras del felino. Símbolo inequívoco de la fuerza y del poder, esta criatura del género femenino responde a sus instintos primarios y asegura su sostén para así poder asegurar el de su cría en una simbología presente en la plástica griega desde el período arcaico.